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RAE… ¿Realmente Aceptan Eso?

Hace tiempo que en la agencia teníamos ganas de escribir un post sobre la Real Academia Española y sus nuevas reglas (al menos los redactores). Unas medidas que cada vez se parecen más a las canciones del verano: aparecen cada año, causan bastante ruido (en el caso de estas últimas, a veces literalmente), y caen en el olvido hasta que algún entrometido, como yo, las rescata para el rubor general.

Vaya por delante que este escrito va desde el respeto y admiración hacia las palabras, y por eso mismo quizás la mejor manera de empezar sea explicar la diferencia entre la lingüística, el amor y la guerra: para las dos últimas todo vale. Para la primera no.
Y es que cosas como la eliminación de la tilde diacrítica (el famoso “solo” sin tilde), o la norma de no acentuar palabras como “guion”, “hui” o “truhan”, pueden ser más o menos polémicas, incluso difíciles de acatar por alguien que lleve bastante tiempo escribiendo. Otros casos también podrían ser la prohibición de tildar los pronombres demostrativos, tales como “este”, “ese” y “aquel”. Pero son reglas a las que uno se puede acostumbrar.
Otra cosa muy distinta son palabras como “almóndiga”, “murciégalo” o “toballa”… eso no creo que pueda aceptarlo. Lo siento, pero mi “celebro” no lo aprueba (Sí, pone celebro, no habéis leído mal. Otra sorpresita de la RAE…).
La verdad, espero que al pobre clip de mi viejo Word (sí, aún lo tengo, unos me llamarán sentimental, los demás sabréis lo que cuesta la licencia para renovar un programa de Microsoft…) no le dé un jamacuco cuando la normativa le obligue a no corregir palabras como “asín”, “endespués” o “cederrón”. Quizás esto le provoque tal depresión que quiera ahogar sus penas con “güisqui”.

En fin, no todo es motivo de pánico en este artículo. Entre sustos y sobresaltos ortográficos hay alguna que otra recomendación para un correcto (o, más bien, moderno) uso del castellano. Hay reglas que conviene saber, como que los prefijos “ex” , “anti” y “pro” van unidos al nombre al que acompañan. Por ejemplo, ahora lo correcto es exmujer, todo unido, aunque si eres divorciado seguramente lo preferirás cuanto más lejos mejor.

Otra norma curiosa hace referencia a ciertos nombres: en las letras, por ejemplo, la “y griega” pasa a llamarse “ye”, con lo que no he podido evitar imaginarme a Concha Velasco proclamando ser una chica “y griega” “y griega”. Lo cual me lleva casi sin querer al mundo de los cromosomas, donde la “y griega” representa el gen masculino y… bueno, mejor no seguir divagando. Un saludo, Concha.
Continuando con los nombres, me pregunto qué dirá al respecto su santidad el máximo pontífice, ahora que “papa” se escribe así, sin mayúscula. Espero que no os confundáis la próxima vez que vayáis a comprar a Mercadona, igual en lugar de un guiso montáis una fumata blanca en la cocina.
Quizás el Santo padre tenga una opinión parecida a la de “Chaikovski”, al que le han arrebatado su “T” inicial para facilitar su escritura. Mucho mejor RAE, dónde va a parar…
Bueno, es hora de ir terminando este humilde repaso (en algunos casos doloroso, en otros, espero que instructivo) a los últimos “grandes éxitos” del castellano. Y lo hago suplicando a los miembros de mi adorada y más necesaria que nunca Real Academia Española, que sigan velando por nuestro lenguaje, aunque en algunos casos suponga recoger el listón del suelo y volver a colocarlo a una altura prudencial en la que ciertas palabras no tengan cabida.
Un listón, al menos, a la altura del “culamen”.

Real Academia Española de la LenguaFoto de la campaña ‘Limpia, fija y da esplendor’ de la Academia de Publicidad con motivo del III Centenario de la RAE. Llevada a cabo por Shakleton Group

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